Voluntarios – Buen vivir

Visitaremos tres rancherías wayuu y la Junta Mayor de Palabreros. Por medio de este pretexto, indagaremos la pertinencia de un voluntariado con comunidades indígenas, para que sean efectivas y fecundas.

La Corporación Tepiapa celebra la inserción a la Comunidad Wayuu, mediante el apoyo de France Volontaires en el marco del proyecto EnLAzando financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores francés. 6 voluntarios nuevos con algunos miembros de nuestra comunidad Tepiapa construiremos un paradigma de prácticas para el voluntariado, desde el marco del Buen Vivir. Este compromiso es innovador, porque dispone un horizonte suficiente para disponer las enormes voluntades de personas que se suman en la transformación social.

La Corporación Tepiapa tiene una experiencia de tres años en el territorio de La Guajira, enfocándose en procesos de desarrollo humano, proyectos y tecnologías que reinviertan en el mejoramiento de la calidad de vida de comunidades wayuu. Estas acciones las hemos realizado con la disposición de voluntarios en el transcurso de profesionalización universitaria. Sus aportes teóricos y sus determinaciones voluntarias, han permitido sostener la vida de nuestra organización y abrir una esperanza en las comunidades wayuu con las que convivimos.

Así, Tepiapa ha encontrado un estilo de vida inteligente y eficiente en sus diversas acciones. Su estilo de vida se enmarca en la fusión de sentido entre los saberes ancestrales wayuu junto con nuestras representaciones mentales (de occidente). Esta fusión ha permitido abrir la ventana de otras visiones o conductas personales y sociales que son pertinentes para la preservación de la Vida (Sentido máximo de nuestra acción) en sus diversas formas, modos o maneras de existencia.

Hasta el momento hemos podido movilizar a 550 voluntarios en el territorio y conversar con muchas personas, en torno a nuestras acciones en el Territorio. Estos voluntarios han podido vivir de cerca la cotidianidad de un wayuu en sus propias rancherías. También ha visto de primera mano las múltiples diferencias entre una y otra cultura. Así mismo, han podido estimar las inmensas carencias que podrían tener estas comunidades y otras, en torno a calidad de vida, salud, igualdad social, política y económica. Han podido ver las enormes distancias que podrían tener los wayuu y las nuestras como occidentales. Es así que, nuestro voluntariado no se mueve, única y exclusivamente, por la sensibilidad compasiva o empática que se deriva del humanismo. Nuestro voluntariado ha podido trascender la sensibilidad altruista, que es importante, y posicionarnos en una opción socialmente política, esto es: trascender los escenarios sociales con opciones transformantes. De hecho, nuestros proyectos y nuestras inmersiones han tenido un tinte desafiante a la academia, a las costumbres cotidianas y los supuestos de pobreza, de las comunidades indígenas y hasta el mismo territorio del Caribe. 

Nuestro Voluntariado tiene un alto componente trans-humano, esto es, un tránsito entre las dinámicas sociales, desde los propios contextos wayuu y desde sus mismas dinámicas en el territorio. El prefijo trans es indicativo de localidad y movilidad. Por eso, el voluntariado se mueve, no es estático. Es dinámico no petrificado en estándares que se diluyen en una efeméride del altruismo. Como organización social, no podemos tener la visión mesiánica, en el voluntariado, de que cambiaremos en un instante la vida de los wayuu, ya que, a un parecer, ellos puedan estar sumidos en una pobreza o pueda ser cruel por medio de las condiciones que viven.

Nuestro voluntariado está fundamentado y dirigido desde las opciones de una vida buena wayuu. Vivir bien, para un wayuu es lo fundamental y ¿para quién no? Sólo que Vivir bien depende de los esquemas que se elijan como sociedad y como persona, para orientar estas decisiones y vivirlo. Esta elección, de vivir bien, emerge por la sintonía que deseamos tener con los movimientos alternativos de las comunidades originarias de Ecuador, Bolivia, México, entre otras, que han decidido constituirse en el debate y en la práctica políticas desde la década del 90, en lo que se denomina Sumak Kawsay o Buen Vivir.

El Buen Vivir está dirigido a potencializar la vida en comunidad y personalmente en plenitud, por medio de la relación estrecha con la naturaleza (Arteaga, 2017). Esto en respuesta a las exigencias de desarrollo que exige el sistema económico global.  Se trata, en el Buen Vivir, de coincidir en una armonía ideológica, emocional y temporal, en la que la Vida tenga su protagonismo y su legitimidad. Las necesidades de los pueblos milenarios no son las mismas del pueblo occidental y no podemos homologar el concepto de necesidades insatisfechas desde el paradigma occidental, ya que las condiciones de vida cotidiana en los pueblos originarios no tienen las mismas exigencias (Rodríguez, 2014). De tal modo que les obligamos a cumplir estándares que se dicen “calidad de vida” y que, no lo son tanto. 

El pueblo milenario Wayuu tiene necesidades. Pero sus necesidades están justificadas en primera instancia desde su cosmovisión. En segundo orden, por las exigencias que pueden aparecer en este pueblo originario, por nuestro sistema occidental. Me explico: un wayuu puede tener la necesidad de querer y disfrutar del agua. Todos necesitamos de este líquido. Pero satisfacer de agua en las lógicas individuales que puede disponer un acueducto “civilizado” ocasiona la invisibilidad de lo que podría ser el agua, su acceso y su escaso recurso; ya que sólo existe un 4% a nivel global de agua apta para el consumo humano en el planeta.  Las necesidades que tiene el pueblo milenario wayuu no son las mismas que tenemos como occidentales (alijunas en wayuunaiki).

En razón de esta diferencia y muchas otras, creemos que nuestro voluntariado tiene que atender con efectividad las necesidades de este pueblo, para no distorsionar sus hábitos, sus costumbres y sus necesidades. Es así que, la iniciativa de nuestra organización es dialogar con ustedes y descifrar qué prácticas son las más efectivas para un voluntariado con comunidades indígenas y que pueda ser tenido en cuenta en otras iniciativas similares o en otros contextos.

En el evento grandioso de Colombia en 1991, por medio de la nueva Constitución Política, contábamos con un poco más de 400 grupos indígenas. Para el Censo de 2005 se reconocieron 93 pueblos indígenas y 22 pueblos adicionales. Para el Censo del 2018 se identifican 115 pueblos indígenas (DANE, 2019)  El crecimiento podría ocasionar una alegría, sin embargo es un grave problema para nuestro sistema. Ellos han sido diezmados no sólo por los procesos de intercambio social, sino porque nuestro sistema los subsume y ahora hacen parte de una ideología “civilizada” y productiva.

Nuestras estructuras occidentales tan sólidas y tan rígidas en una homogeneidad anulan la riqueza de la diversidad.
Dice Enrique Valencia:

Alrededor del problema indígena se ha ido configurando una amplia problemática que se deriva de los diferentes enfoques teórico-metodológicos, ideológicos, políticos e institucionales sobre una cuestión que toca tanto con la evolución de las Ciencias Sociales (en especial la Antropología) como con el desarrollo de la sociedad y del Estado Nacional en América Latina y en otras latitudes. La pluralidad de vertientes desde las cuales se enfoca al problema indígena se traduce, por supuesto, en una diversidad de planteamientos, tesis, hipótesis y frecuentemente meros discursos (Valencia, 1978)

Y el mero discurso de realidad occidental, ha reducido notablemente estas comunidades en nuestro territorio de América-Abya Yala. Los desafíos, entre otros, que están teniendo las comunidades de los pueblos originarios, transitan en diversos órdenes, por ejemplo:

  1. La extinción de sus pueblos
  2. El desplazamiento de sus tierras
  3. La extracción minera en sus territorios
  4. La imposición de ideologías occidentales 
  5. La pérdida de sus ecosistemas  
  6. Grandes parques tecnológicos y megas industrias en resguardos indígenas
  7. La inclusión a una economía global
  8. La extinción de sus costumbres.

Según el medio informativo Survival nos dice del informe de la ONIC 2010: la organización indígena colombiana ONIC al menos 64 de los 102 pueblos indígenas que hay en Colombia se enfrentan a la “extinción” (SURVIAL, 2010), al mismo tiempo enfatiza: “Pobreza, Abandono Institucional y Discriminación Estructural”. El informe de la ONIC 2010 determina que los indígenas de Colombia son los habitantes más pobres del país, y que carecen de acceso a cuidados sanitarios adecuados, a la educación y a servicios básicos”. (SURVIAL, 2010). 

Por su parte, en ACNUR encontramos: La violencia y otros crímenes, así como el desplazamiento forzado y el confinamiento, amenazan la supervivencia física y cultural de los pueblos indígenas de Colombia (ACNUR, 2012). Así que el panorama no es tan sencillo. La complejidad y los diversos intereses para reducir o desplazar estos grupos humanos, no cesa y no mengua.

Son muchas las dificultades que se presentan en las comunidades indígenas contemporáneamente hablando. Y las acciones para detener las desavenencias con estos grupos étnicos son o débiles, o escasos y hasta precarios por parte del Estado y de otras organizaciones sociales. Como organización nos dirigimos a tener “buenas prácticas” que se vayan acumulando en el tiempo para que puedan ser acciones sólidas institucional y socialmente. De ahí el interés y la constancia de evaluar y optar por las mejores acciones que preserven, continuemos y sostengamos estos sentidos de vida diferente en nuestro País y, por qué no, en nuestro continente. 

Inmersión Voluntarios Buen Vivir:

Del 15 al 18 de octubre de 2021 los voluntarios de la Convocatoria buen vivir llegaron al territorio de La Guajira gracias al apoyo de France Volontaires en el marco del proyecto EnLAzando financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores francés.

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